Esta mañana
he estado reflexionando sobre la cantidad de extranjerismos que utilizamos o
escuchamos en nuestro día a día. Muchos de ellos, los tenemos tan asimilados en
nuestro lenguaje que muchas veces no somos conscientes de que al emitirlos se
pueden sustituir por una palabra madre en nuestra lengua.
Desde que
nos levantamos hacen su aparición en las comidas (sándwich, yogurt, croissant, bacon,
hamburguer, spaghetti); también se manifiestan en
nuestras costumbres, los hombres ya no utilizan calzoncillos, sino slips y
después de afeitarse se echan after shave. En las mujeres ocurre la misma
historia, han sustituido las medias por los panties, ya que queda muy cool o da
glamour utilizar estas palabras.
En los deportes
también han hecho mella, el español moderno ya no sale a correr, si no que hace
running o footing, ya no jugamos al baloncesto pero si al basket, y no vamos al
gimnasio pero si al gym.
Parece que nadie es
realmente moderno si no dice cada día unas cuantas palabras en inglés. Aparecen
desde las señales de tráfico
(Stop) incluso hasta en el lugar dónde hacemos nuestras necesidades (váter).
Es increíble la inmensa
cantidad de extranjerismos que podemos encontrar en nuestro entorno. Aparecen
en todas las edades, nadie se salva de esta avalancha de palabras modernas. Antes
los niños leían tebeos en vez de cómics, los adolescentes iban a los bares en vez de a los
pubs. A las personas adultas también les ocurre algo parecido; en un tiempo
pasado, estaban todo el día atareados con sus negocios y encontraban multitud
de inconvenientes para conseguir algo de tiempo libre para poder acampar. En
estos tiempos, se pasan la vida haciendo business y comiendo lunch con las
empresas, y eso es el hándicap, para no tener tiempo para disfrutar con sus
colegas una tarde en el camping.
¿Será que
nuestra lengua está en proceso de transformación?, ¿o que simplemente las
palabras, en otro idioma, nos suenan mucho mejor?
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